Hay miradas que matan, que ensucian, que acusan, que prohíben, que juzgan, que condenan, que humillan, que empequeñecen. Y también hay miradas que acarician, que acompañan, que compadecen, que alivian, que dan vida. Lévinas decía que la ética es una óptica, es decir, una forma de mirar. Una forma de mirar que es, al mismo tiempo, una forma de responder o de hacerse responsable de la presencia del otro, del rostro del otro, del sufrimiento del otro, de la mirada del otro. La ética, por tanto, tiene que ver con una mirada que responde a otra mirada, que no se pone frente a otra mirada, sino que se expone a otra mirada, una mirada, por tanto, que no tiene su inicio en sí misma (en su saber, en su poder, o en su voluntad), sino que es siempre, ya, una exposición, una atención, una receptividad, una vulnerabilidad, una respuesta.
Jorge Larrosa